El vuelo IB2446, que tenía prevista su salida de Madrid, el jueves 24 de mayo, a las 19 h 55 min, despegó realmente a la 21 h 09 min. “Retraso debido a: La asistencia necesaria en tierra requerida por el avión”. Llegada a Palma de Mallorca a las 22 h 19 min, desde donde había partido, a las 21 h 51 min, el vuelo IB8496, que hubiera debido llevarnos a Menorca. Taxi a Palma Ciudad, cena fría, noche de hotel, desayuno y de nuevo taxi al aeropuerto, todo a cargo de Iberia, para despegar, la mañana del viernes 25, en el vuelo IB8480 a las 08 h 10min, con destino Menorca, donde llegamos a las 08 h 45 min.
671,5 kilómetros, que separan en línea recta Madrid de Mahón, recorridos a una velocidad de 55,9 km/h. De vértigo.
La conectividad de nuestra isla con la península no conoce solución, a pesar del optimismo liberal de nuestra senadora Doña Juana Francis Pons, que deja la solución a la voluntad de las líneas aéreas y a la rentabilidad que puedan obtener.
A pesar de haber logrado aumentar la bonificación por residencia al 50% y la declaración de servicio público obligatorio entre islas –logros del PSOE y PP respectivamente-, la franja horaria de vuelos es inadecuada y la frecuencia escasa. Es relativamente fácil viajar en verano, pero difícil realizar en invierno un viaje a Madrid o Barcelona sin tener que pernoctar en la Península. Tenemos, desde Menorca, la sensación de que la distancia a la península es mayor de la que realmente marcan las cartas de navegación.
En mis visitas a la capital del Reino cumplo religiosamente con un ritual: Camino hasta Sol para pararme sobre el kilómetro cero tratando de sentir en ese centro geográfico las distintas energías procedentes de todo el país, singular suma de pueblos y culturas, muestra de mestizaje y biodiversidad. Inspiro e intento hacer míos todos los aires que llegan desde Finisterre a la Punta de s'Esperó, desde el Bidasoa hasta la isla del Hierro. Después una vuelta alrededor del monumento al mejor Alcalde de Madrid, donde en su pétreo pedestal se puede leer: “Conquistó Menorca”.
En estas fechas de fervor gibraltareño, de rememoración del tratado de Utrecht, del que nos liberó Carlos III, tengo un frecuente sueño: Despierto en una Menorca inglesa, bajo la bandera de la Unión Jack, manejando Libras, tomando té y quizás disfrutando de buenos horarios y frecuencias para volar a la metrópoli, Londres. ¿Es una pesadilla o acaso se trata de nuestro mejor sueño?