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miércoles, 20 de agosto de 2014

No soy republicano.


(En la imagen Sócrates en el Ágora, retazo de "La Escuela de Atenas" de Rafael)
 

En anteriores entradas en este blog me he manifestado crítico con la Monarquía parlamentaria como forma política del Estado español, pero nunca, explícitamente, me he declarado republicano.

Por república entiende la Academia de la Lengua Española (RAE por sus siglas heredadas del Antiguo Régimen) aquella "organización del Estado cuya máxima autoridad es elegida por los ciudadanos". Y siguiendo bajo el cobijo de la lengua aceptamos que ciudadano es el "sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país".

En este sentido quizás debería considerarme republicano, pero sin añoranza alguna por repúblicas anteriores, ni por sus signos. Hoy no sabría si escuchar respetuosamente la Marcha Granadera de la I República o el Himno de Riego de la II. Tampoco si saludar a la bandera "rojigualda" de 1873 o a la tricolor de 1931. Acaso no deba hacer nada de lo anterior.

En un anterior post a la disyuntiva entre monarquía -entendida como institución hereditaria y no a la manera de Aristoteles, elegible- o república contesté de manera asertiva: Democracia participativa y deliberativa

Democracia en la que los ciudadanos podamos definir qué modelo de sociedad queremos, cuáles deben ser los fines a conseguir y qué medios utilizar, sin permitir que la inevitable y necesaria delegación se transforme en Nomenklatura (1), en casta (2), que en nombre de las razones de estado, olvida, una vez más, a los ciudadanos, de "quienes emanan los poderes del Estado".

 
La prudencia, el debate en la toma de decisiones, no enlentecen el buen gobierno. La gobernabilidad no puede permitir la comisión de actos arbitrarios de indeseables consecuencias que, en ocasiones, deberán resarcir gobiernos distintos de aquellos que los dictaron.

La cuestión es qué forma política de Estado nos podrá permitir a los ciudadanos  el ejercicio de nuestros derechos y la intervención en el gobierno de nuestro país.

PS: 
 
1. "José Antonio Pérez Tapias ha pedido a Pedro Sánchez  que incluya en su propuesta de reforma constitucional la derogación del artículo de la estabilidad presupuestaria que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pactó hace tres años con el PP".
Ésa sigue siendo la primera pregunta a contestar que el periodista Agustín Baeza Díaz-Moreno formulaba  a los candidatables del PSOE y que en el debate del siete de julio evitaron contestar Sánchez y Madina.

2. Mi Maestro de primaria insistía en la importancia de la gramática, en el uso correcto de las palabras, de la sintaxis y de la prosodia. Por ello algo chirría en mi interior cuando Pedro Sánchez, en sus ruedas de prensa, entrevistas y comunicados, usa y abusa de la primera persona del singular, olvidando que es el secretario general de una formación política cuya suma de militantes y simpatizantes es más que cualquiera de las individualidades que conforman su dirección.
El PSOE es una formación diversa donde conviven personas con distintas opiniones en el marco común del socialismo, incluso aquellas que no le votaron (51,6%) en las primarias del trece de julio, pero que todas ellas buscan la regeneración del centenario partido,  en el que siguen creyendo.
Viene a cuento lo dicho en líneas anteriores: necesitamos menos yoismo y más participación y deliberación.

1. El término nomenklatura define una élite de la sociedad de la extinta Unión Soviética, formada casi exclusivamente por miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética, que tenía grandes responsabilidades como grupo humano encargado de la dirección de la burocracia estatal y ocupaba posiciones administrativas claves en el gobierno, en la producción industrial y agrícola, en el sistema educativo, en el ambiente cultural, etc. obteniendo usualmente grandes privilegios derivados de la ejecución de dichas funciones.
http://es.wikipedia.org/wiki/Nomenklatura
2. ...grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás...



















domingo, 17 de agosto de 2014

Carta abierta a Podemos...

...y a todos los ciudadanos.

 


Los resultados de las recientes Elecciones al Parlamento Europeo siguen siendo, en las  refrescantes tertulias estivales que tenemos en familia, el motivo principal de debate. Especialmente la radiografía del país que nos ha dejado la circunscripción única: España con un electorado que, superando a la derecha en el gobierno, reclama cambios hacia la izquierda y se aparta del bipartidismo que llenó la "primera transición".

La irrupción torrencial de Podemos ha traído a nuestra memoria ideas que permanecían adormecidas, quizás escamoteadas, por un curioso y pragmático (¿o interesado?) tránsito desde la Era de Franco, la Dictadura, a la instalación en un frágil y precario estado social y democrático de derecho. Estado pequeño burgués, satisfecho de sus logros, donde nuestro ejercicio de la democracia, como ciudadanos, ha quedado limitado a la emisión de un voto cada cuatro años; donde las decisiones políticas las toman,  en última instancia,  los intereses especulativos  de bancos, empresas y particulares, en ocasiones disfrazados de benefactores. 

Han quedado por el camino "el pluralismo político", "la formación y manifestación de la voluntad popular", "la participación política", "la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales" y la "estructura interna y funcionamiento democráticos de los partidos políticos, de las organizaciones sindicales y empresariales" -artículos 6 y 7 de la Constitución Española de 1978-.

Un título está siempre presente en nuestras disquisiciones: El Proyecto Esperanza, de Roger Garaudy: "Las alternativas que nos imponen o proponen los estados o los partidos no están a la altura de la crisis y no pueden resolverla". "Los pueblos se han hecho adultos".

No es de extrañar que entre los españoles cunda el disgusto, la indignación y la rabia. Es posible cambiar la vida, pero hagámoslo de manera saludable: Reconozcamos la diferencia del otro sin reproches, sin ánimo de venganza. 
 

Seamos capaces de superar sin enconó las dos Españas. Evitemos seguir siendo como la pintura negra de Goya "riña a garrotazos" o la última secuencia de "La lengua de las mariposas" donde el aplicado y predilecto alumno apedrea al Profesor.

Ya tenemos normas escritas, vayamos a reformarlas y hacerlas cumplir, sin ira. Sepamos que habrá que odiar muchas cosas para no odiar a nadie.

sábado, 16 de agosto de 2014

¿Ministerio de Defensa o Ataque?



Siempre recuerdo con horror las imágenes del linchamiento de dos soldados británicos, en las calles de Belfast, el veintiuno de marzo de mil novecientos ochenta y ocho. No menos horrorosa que la mostrada en la fotografía, publicada en El País, hecha en  Jerusalén el 6 de enero de 2007, donde siete soldados israelíes arrestan a un niño palestino que llega a orinarse por el miedo.

Desde esas antiguas imágenes hasta las más recientes muertes en la franja de Gaza o las decapitaciones de niños en Irak el horror de la violencia, siempre gratuita, me persigue, sin respuesta.

La violencia es siempre una demostración de la pretendida supremacía de los arbitrariamente  autodenominados mejores, que no da cuartel a nada que sea distinto y que, además,  para mayor enfado de las estirpes, cuestiona el poder absoluto y los vasallajes.

La violencia, "último recurso del incompetente", se expresa también más allá de lo físico. La demonización del diferente, la desautorización de sus opiniones, la condena al ostracismo generan situaciones colectivas que fácilmente desembocan en "linchamiento".

Ya, a finales del siglo XIX, Kropotkin, nos avisaba del riesgo de la interpretación unívoca de Darwin, al entender la "supervivencia de los mejores" como único motor de la especie humana, olvidando lo que él llamó "ayuda mutua" como colaboración.

Ya en nuestros siglos XX y XXI los neurofisiólogos vuelven hacia el concepto de homeostasis social, como la entiende A. Damasio: "reglas, leyes morales y sistemas de justicia son respuestas a la detección de desequilibrios causados por comportamientos sociales que hacían peligrar la vida del grupo y la de los individuos". 

Viene a colación, en un intento de hallar una norma para nuestro comportamiento, la "explicación de Spinoza": "Cuando uno no consigue ser al menos algo amable con los demás, se castiga a sí mismo, aquí y ahora, y se niega la oportunidad de conseguir la paz interior y la felicidad, aquí y ahora. Cuando uno es afectuoso con los demás hay muchas posibilidades de conseguir la paz interior y la felicidad, aquí y ahora". 

De no ser así nos espera la barbarie, entendida como falta de respeto a las reglas. Todo está permitido.  A ello contribuyen, ante nuestra ignorancia -¿o es cómoda permisividad?-, nuestros gobiernos con la fabricación y venta de armas.

El único lugar seguro será, a partir de ahora, el silencio de la muerte.

jueves, 7 de agosto de 2014

La Almudaina, Palma de Mallorca, siete de Agosto de dos mil catorce.


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Letizia y Felipe:


Quedé sorprendido por vuestra invitación a la recepción de hoy jueves, siete de agosto de 2014, en el Palacio de la Almudaina. Entiendo que la rigidez protocolaria no distingue entre monárquicos o aquellos que no lo somos.


No sé si la fecha elegida es para conmemorar la batalla de Queronea o el sorteo extraordinario de la ONCE.


Recordad que soy el díscolo diputado que osó denunciar, en el seno del Grupo Parlamentario Socialista, la existencia en nuestra Constitución de una institución, la Corona, que escapa al control del Estado democrático de Derecho y elude la soberanía nacional que reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.


Acato la decisión del Congreso de los Diputados que, por mayoría, ratificó la abdicación de vuestro padre Juan Carlos y respeto vuestra proclamación como Rey de España, pero no dejaré de pensar que las monarquías son instituciones anacrónicas en un mundo en el que las leyes nos otorgan ser ciudadanos, sin distinción entre unos y otros, y en el que a la supremacia de los arbitrariamente mejores se opone, afortunadamente, la ayuda mutua, la homeostasis social.


La respuesta fácil a la pregunta sobre el dispendio que esa recepción supone -"es el chocolate del loro" -no puede ni debe esconder la situación de miles de menores y sus familias que viven bajo el umbral de la pobreza. La monarquía, de aceptarse, debería evitar estos gestos suntuosos y de necesidad dudosa. 


Es evidente que no asistiré a la recepción, renunciando a la ocasión de visitar el palacio de la Almudaina.


Os deseo que las inoportunas lluvias estivales no resten brillantez a vuestra recepción.


Un saludo cordial.