Visto desde
el tabloncillo, desde el asiento de la fila más alta de las gradas.
En
la sesión de control del miércoles once
de septiembre vimos a un presidente del gobierno, don Mariano Rajoy B., crecido
ante los aplausos de sus seguidores, saludando desde los medios al tendido,
convencido de haber realizado, al contestar a don Alfredo P.
Rubalcaba, una magnifica faena, de toreo
de salón entiendo.
El
siguiente miércoles desapareció don Mariano trás el burladero para que fuera doña Soraya Sáenz de Santamaría A. quien le echara
un quite y lidiara
con la interpelación Bárcenas presentada por doña Soraya Rodriguez R. Interpelación con la que trasteó,
sin lograr la suerte
suprema, para acabar de vuelta al
toril de una próxima moción.
Esperemos
que la próxima semana don Mariano salga al ruedo y, sin recurrir al
toreo de costadillo, de perfil preparando la huida,
ni entablerarse al perder terreno, embarbe al toro y de una frascuelina, entera y hasta el puño, acabe con ése toro avisado de la corrupción en casa propia para después, si fuera torero cortarse la
coleta y si político dimitir.
Mis
disculpas por ésas precedentes líneas tan taurinas, pero la
eminente aprobación de la Iniciativa Legislativa Popular para
declarar la fiesta de los toros como Bien de Interés Cultural -iniciativa que, en su día, voté en contra-,
ha traído a mi pluma esta jerga de la Tauromaquia.
En
nuestro país, la fiesta nacional está siendo substituida por una crueldad mayor: La de los recortes en empleo, en asistencia sanitaria
y en educación.
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