Como
dijo el señor Erkoreka, portavoz del Grupo Parlamentario Vasco en el
congreso de los Diputados, en la sesión de investidura del señor
Rajoy: “Pero si además de ganar las votaciones de esta Cámara
aspira también a acertar, a convencer y a legitimarse día a día
mediante un ejercicio del poder incluyente, dialogante y
participativo, es probable que le haga falta algo más que una simple
mayoría absoluta. Es posible que le haga falta, cuando menos, una
red de alianzas y complicidades que la mayoría absoluta, con su halo
de prepotencia habitual, no solo no puede garantizar por sí sola
sino que con frecuencia la dificulta”.
Han
bastado 122
días y trece reales decreto-ley
para que se quiebre la mayoría
social
que, junto con el señor Erkoreka, deseábamos para esta X
Legislatura.
Busco
en mis recuerdos y entre mis libros, nunca sujetos a la pérdida de
memoria, para hallar, con satisfacción, el siguiente texto de J.
Ortega y Gasset, escrito en 1921: “Se produce la ilusión
intelectual de creer que las demás clases no existen como plenas
realidades sociales o, cuando menos, que no merecen existir. Produce
hoy irritación y frenesí tener que contar con los demás, a quienes
en el fondo se desprecia o se odia”.
Abandonamos
el desarrollo de sistemas de justicia, elaboración de reglas y leyes
morales, que respondían a la detección de los desequilibrios
causados por comportamientos sociales que hacían peligrar la vida de
los individuos y del grupo. Nos estamos alejando de lo que A. Damasio
ha dado en llamar “homeostasis sociocultural”.
No
me duele España. Quién realmente me entristece, llevándome al
desánimo, al borde del llanto físico, son los gobernantes cuya, de
nuevo Ortega, “única forma de actividad pública satisface es la
imposición inmediata de su señera voluntad”.
Esta
dejación de la tutela y protección por parte de los gobiernos, este
alejamiento del estado de bienestar, quizás venga a ser el
necesario revulsivo para volver la mirada hacia nosotros
mismos y recuperar la posibilidad de gestionar nuestra propias vidas
desde la autonomía para vivir la sociedad del bienestar. Una
sociedad forjada desde la prospectiva, desde la imaginación, en la
que fijemos los fines que queremos alcanzar y los medios que queramos
utilizar. Un claro ejemplo de este ejercicio de ensayo desde el
ficto al simulacro es el movimiento Ciudades-en-transicion.
En definitiva, abunda Damasio, “la homeostasis sociocultural está
modelada por el funcionamiento de muchas mentes”.
Dice
Spinoza en su Ética:
De
la vida en sociedad se siguen más ventajas que inconvenientes y vale
más aplicar nuestro celo a todo aquello que sirva para establecer la
concordia y la amistad. Concordia que se engendra con la justicia,
la equidad y la honestidad. Los hombres soportan mal la injusticia,
la iniquidad y lo deshonroso.
Ahora
con G. Celaya, enjuagando las lágrimas, a
la calle que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues
vivimos, anunciamos algo nuevo.
No vaya a ser que una de las
dos Españas nos hiele el corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario