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viernes, 20 de abril de 2012

...me duele España?

Como dijo el señor Erkoreka, portavoz del Grupo Parlamentario Vasco en el congreso de los Diputados, en la sesión de investidura del señor Rajoy: “Pero si además de ganar las votaciones de esta Cámara aspira también a acertar, a convencer y a legitimarse día a día mediante un ejercicio del poder incluyente, dialogante y participativo, es probable que le haga falta algo más que una simple mayoría absoluta. Es posible que le haga falta, cuando menos, una red de alianzas y complicidades que la mayoría absoluta, con su halo de prepotencia habitual, no solo no puede garantizar por sí sola sino que con frecuencia la dificulta”.
Han bastado 122 días y trece reales decreto-ley para que se quiebre la mayoría social que, junto con el señor Erkoreka, deseábamos para esta X Legislatura.
Busco en mis recuerdos y entre mis libros, nunca sujetos a la pérdida de memoria, para hallar, con satisfacción, el siguiente texto de J. Ortega y Gasset, escrito en 1921: “Se produce la ilusión intelectual de creer que las demás clases no existen como plenas realidades sociales o, cuando menos, que no merecen existir. Produce hoy irritación y frenesí tener que contar con los demás, a quienes en el fondo se desprecia o se odia”.
Abandonamos el desarrollo de sistemas de justicia, elaboración de reglas y leyes morales, que respondían a la detección de los desequilibrios causados por comportamientos sociales que hacían peligrar la vida de los individuos y del grupo. Nos estamos alejando de lo que A. Damasio ha dado en llamar “homeostasis sociocultural”.
No me duele España. Quién realmente me entristece, llevándome al desánimo, al borde del llanto físico, son los gobernantes cuya, de nuevo Ortega, “única forma de actividad pública satisface es la imposición inmediata de su señera voluntad”.
Esta dejación de la tutela y protección por parte de los gobiernos, este alejamiento del estado de bienestar, quizás venga a ser el necesario revulsivo para volver la mirada hacia nosotros mismos y recuperar la posibilidad de gestionar nuestra propias vidas desde la autonomía para vivir la sociedad del bienestar. Una sociedad forjada desde la prospectiva, desde la imaginación, en la que fijemos los fines que queremos alcanzar y los medios que queramos utilizar. Un claro ejemplo de este ejercicio de ensayo desde el ficto al simulacro es el movimiento Ciudades-en-transicion. En definitiva, abunda Damasio, “la homeostasis sociocultural está modelada por el funcionamiento de muchas mentes”.
Dice Spinoza en su Ética: De la vida en sociedad se siguen más ventajas que inconvenientes y vale más aplicar nuestro celo a todo aquello que sirva para establecer la concordia y la amistad. Concordia que se engendra con la justicia, la equidad y la honestidad. Los hombres soportan mal la injusticia, la iniquidad y lo deshonroso.
Ahora con G. Celaya, enjuagando las lágrimas, a la calle que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo. No vaya a ser que una de las dos Españas nos hiele el corazón.





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