…en la “cuestión” catalana llegamos tarde.
Mareamos la perdiz del diálogo y de la reforma constitucional. La mejora del modelo territorial y la financiación de las autonomías son asignaturas pendientes de convocatorias extraordinarias de un plan de estudios caduco.
Existen en los argumentos de los independentistas catalanes visos de una falacia de alegato especial, que mantiene que el oponente posiblemente no puede comprender las sutilezas o complejidades del tema en cuestión, porque no alcanza el nivel de conocimiento o la empatía que supuestamente se requiere.
El comportamiento victimista crea, entre los ciudadanos, una situación molesta que, desde el sentimiento de ser expoliados, genera violencia –psicológica y no por ello menos denunciable-.
Crea un enemigo, personaje necesario en la puesta en escena del drama (o sainete), a quién atribuir la responsabilidad, por su incomprensión, de todos los males que les afectan.
Pero no menos violento es el encastillamiento cicatero de la excusa constitucional, que demoniza al contrario por discrepar.
Las diferencias, que sin ser substanciales, existen no pueden utilizarse como arma arrojadiza contra los supuesta y arbitrariamente distintos.
Nuestra Constitución fue hecha hecha por personas como nosotros, para el disfrute de todos. Debemos revisarla y podemos modificarla.
Seria bueno empezar por modificar la disposición adicional primera de nuestra Constitución, eliminando un trato excluyente para la mayoria de comunidades autónomas, basado en un equívoco respeto a los derechos históricos.
Jamás entendí que no los tengan los descendientes de los tartesos, de los conquistadores extremeños, de los comuneros castellanos, de los celtas de Santa Tegra, de los montañeses cantabroastures, de los honderos baleares o de los hombres de Atapuerca.
Sería deseable el establecimiento de conciertos económicos para todas las Comunidades Autónomas.
Estoy convencido de que un ejercicio de adelgazamiento de la administración central, sin renuncia a la tarea de cohesionar, acompañado de un generoso traslado de mayores competencias a las comunidades autónomas nos permitiría a todos sentirnos más cómodos...
...y quizás más españoles.
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