Recientemente, fruto de las visitas realizadas a laboratorios farmacéuticos y a un centro de alta tecnología en el ámbito del tratamiento del cáncer, he podido constatar la existencia de una clara inequidad para los ciudadanos españolas en el acceso a determinados fármacos de innovación o a ciertos tratamientos.
Ejemplo de los primeros son fármacos en el campo de la oncología, enfermedades neurodegenerativas o reumáticas. Moléculas cuya indicación ha sido aprobada por la Agencia Europea del Medicamento (EMA por sus síglas en inglés), para los que han sido necesarios hasta dos años para que la administración española los registre y fije su precio.
Es durante este lapso de tiempo cuando se produce la inequidad de los españoles en relación al resto de ciudadanos europeos. Aquellos tiene acceso a los beneficios de aquellos medicamentos y nosotros no y en el mejor de los casos debemos recurrir a obtenerlos en otros países europeos.
Algo parecido ocurre con ciertas técnicas de radiocirugía a las que hasta hace muy poco se recurría solo en situaciones de tratamiento paliativo pero que en la actualidad, con una importante evidencia científica, se ofrecen como tratamiento curativo en los estadios precoces de una amplia gama de tumores.
En este terreno del tratamiento la inequidad se produce dentro de nuestras fronteras. El crecimiento tecnológico se ha producido fundamentalmente en el mundo de la atención sanitaria privada, al tiempo que la introducción de estas tecnologías en las instituciones hospitalarias públicas no se ha producido y, en muchos casos, la existente ha quedado caducada u obsoleta.
Sólo si el Sistema Nacional de Salud es capaz de incorporar estos nuevos tratamientos a sus hospitales, por renovación e/o innovación de los equipos propios, o de usar, a través de conciertos, las instalaciones existentes, logrará hacer realidad la frase, desiderativa más que asertiva, que como una letanía repite, desde el principio de esta X Legislatura, la Ministra de Sanidad doña Ana Mato: ¡Tenemos una asistencia universal, gratuita y de calidad!
Quizás sea este el momento en el que el Ministerio debería plantearse la revisión y actualización de sus guías de tratamiento incorporando los nuevos métodos diagnósticos, la extensa gama de fármacos de innovación y las nuevas técnicas terapéuticas a los protocolos existentes.
Cuándo se pregunta a los responsables sanitarios sobre la causa de la demora en la incorporación de toda esa innovación, de probada eficacia y eficiencia, su respuesta es reiterativa y monótona: ¡No hay dinero!
Ante esta respuesta del Gobierno me encantaría hacer la siguiente reflexión: Si el bienestar de los ciudadanos es constitucionalmente prioritario ¿por qué el Gobierno no busca nuevas fuentes finalistas para la asistencia sanitaria y la salud entre aquellas actividades que guardan una clara relación con el incremento de ciertas enfermedades o problemas de salud -tabaco, alcohol, emisión de gases y partículas por ejemplo (1)- y cuya eliminación o prevención sería capaz de disminuir el gasto sanitario?
En resumen: Concedemos el beneficio de la duda a las palabras del presidente de Gobierno don Mariano Rajoy cuando afirma que en su última intención es lograr el bienestar, su felicidad, de los ciudadanos, pero necesitamos conocer los plazos de esas supuestas medidas benefactoras y saber si le llegan los mensajes de los ciudadanos que deberían retroalimentar sus decisiones, corrigiéndolas e incluso, con la humildad y la generosidad de quien detenta la mayoría absoluta, cambiándolas para mejorar los resultados.
Si no logra, señor Rajoy, recuperar el bienestar de la mayoría de los españoles sufrirá en el mágico, maravilloso, ejercicio del voto el castigo que los ciudadanos, soberanía popular, imponen, tarde o temprano, a quienes les usurpan la voluntad y además les mienten.
Además, en el orden personal, don Mariano, deberá rendir cuentas del cumplimiento del consejo evangélico contenido en Mateo 25, 35-36: Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.
(1) No me refiero a gravar el precio final de estos productos, estiló céntimo sanitario. Sugiero actuar sobre el beneficio de las empresas manufactadoras.